Cortar camino, mentir el sexo o la edad, cambiarse el dorsal (número de corredor), no llevar los elementos obligatorios en una carrera de montaña, son algunas situaciones que parecen insólitas pero forman parte de las trampas más comunes en las carreras de calle y aventura hoy día.
Dentro del atletismo federado en pista y campo quizás es más fácil detectar ciertas irregularidades: las pruebas cuentan con un número limitado de atletas y los jueces pueden controlar mejor. Además, el espacio donde se desenvuelve todo, es relativamente reducido. Allí, el juego sucio más habitual puede estar asociado al uso de sustancias prohibidas. Esto, tampoco es aliciente: los controles anti dóping en Argentina son muy escasos, o inexistentes. Pero en las pruebas de calle y trail, además de los métodos anti naturales que pueden mejorar el rendimiento desde lo fisiológico, aparecen muchas artimañas extras. Con circuitos que recorren 10, 21, 42 kilómetros o más, y cientos o miles de participantes, todo es más complejo. En lo personal, creo que hacer trampa es mentirle a los otros además de mentirse a sí mismo. Es también, robar: apropiarse de algo que no corresponde, de forma ilícita.
Abundan los deshonestos y cada vez se las ingenian mejor con formas nuevas de sacar ventaja. Así logran subirse a un podio ajeno, hacerse de un registro mentiroso, o lograr una clasificación para otra competencia que requiere marca previa. Llama la atención especialmente la actitud de muchos amateurs que no compiten por un rédito económico. Si bien no es justificativo, uno puede pensar que las actitudes deshonestas se explican mejor viniendo de corredores que viven de correr (algo de por sí difícil o casi imposible en nuestro país) y precisan de las victorias y buenos tiempos para ganar dinero, sumar o conservar sponsors, o recibir becas, con lo que les cuesta llegar a fin de mes. Pero sorprende la conducta de tantos aficionados que hacen trampa con el único fin de alimentar su ego procurando una mejor posición en los resultados sin recibir un solo peso o reconocimiento de patrocinadores.
Hay de todo. Veamos algunas situaciones habituales. En carreras donde se premia a los primeros por categorías y no sólo a los que ganan la general (son pocas, y más comunes en el interior del país) se compite con las personas de un mismo rango de edad. Pueden estar divididos cada cinco o diez años dependiendo de la cantidad de inscriptos, o el criterio del organizador. Así es como algunos al anotarse acusan fechas de nacimiento que no coinciden con las del DNI, con el afán de ganarle a personas mayores, injustamente. Y hasta ha habido casos de hombres que se inscriben como mujeres, o que corren con el dorsal y/o chip (dispositivo que toma los tiempos en las carreras) de otra persona haciéndola acreedora de un tiempo que no hubiera podido hacer por sí misma. En las carreras de aventura especialmente, otra trampa posible se da en las categorías de equipos, donde se corre junto a otra persona y en general hay que ir todo el tiempo juntos (salvo en las modalidades de postas). Si uno corre en categoría individual, no debe recibir ayuda de otro corredor. Pero en algunas pruebas en equipo esto sí se permite. Así sucede que algunos anotados como individuales se ayudan (especialmente hombres a mujeres) pasando como si fueran equipo cuando en realidad no corren como tales.
Otra situación corriente es no llevar los elementos obligatorios. Muchas carreras de montaña piden por reglamento llevar ciertos elementos que hacen a la seguridad personal: una cantidad mínima de hidratación, abrigo, impermeable, linterna, etc. Esto al margen de salvaguardar la integridad propia conlleva una condición de igualdad entre todos los corredores. Si alguien no lleva los elementos y carga menos peso (a veces esto puede significar dos kilos menos o más), claramente estará en superioridad de condiciones al correr más liviano que el resto.
Otra actitud tramposa común tanto en circuitos de calle como de trail, es cortar camino: tomar por una dirección donde se evitan metros (o ¡kilómetros!) omitiendo parte del recorrido, o bien quedarse escondido en un retome y luego completar la distancia habiéndose ahorrado cientos o miles de metros. A veces hay puntos de control en estos puntos. Otras no, o bien resulta difícil controlar todo el tiempo si el número de participantes es muy grande. Hubo casos en maratones internacionales donde algunos participantes salieron literalmente de la competencia, se subieron a un subte, y volvieron a ingresar en otra parte del circuito ahorrándose muchos kilómetros de carrera.
Y podríamos seguir mencionando muchos casos penosos más, que ensucian la actividad, y atentan contra los verdaderos valores del deporte: respeto, solidaridad, sacrificio, igualdad, perseverancia, y disciplina, entre otros. Yo al menos no entiendo la gracia ni el valor de ganar con ventaja. Y pienso que todo (o casi todo) pasa por un tema de educación. Por eso es importante que las personas con roles de comunicadores, docentes, dirigentes, y referentes como deportistas, promuevan el juego limpio y denuncien a los deshonestos. También que los corredores (tanto elites como amateurs) antes de participar de una prueba leamos su reglamento completo, y de haber dudas, consultarlas siempre con el organizador. Y entre los padres, es clave transmitir valores a sus hijos desde chicos, motivarlos (sin presionarlos) a practicar deporte, enseñándoles que el triunfo «a cualquier precio» nunca debe ser opción.